Por: Yohan Sebastian Sierra Maya – I Etapa Configuradora

Durante el tiempo cuaresmal, el desierto cobra un significado especial para los cristianos. Este vasto e inhóspito paisaje se convierte en un símbolo de introspección, renuncia y renovación espiritual. Así como Jesús pasó cuarenta días en el desierto enfrentando pruebas y tentaciones, muchos fieles ven en este tiempo una oportunidad para adentrarse en un desierto interior, confrontando sus propias pruebas y tentaciones con la esperanza de emerger renovados y fortalecidos.

El éxodo cuaresmal nos ayuda a liberarnos de las esclavitudes. Dios sostiene nuestra esperanza con un camino eclesial, comunitario y personal de conversión para dirigirnos hacia la tierra que Él quiere darnos (Ex 20, 1-17).

La cuaresma es un tiempo de bendición para cada persona que cree en Cristo y camina en su Iglesia, pues ella nos lleva a reconocernos débiles y pecadores ante Dios, un Dios que nos ama tal como somos y que cada día nos da la oportunidad de llegar a la cumbre de la conversión.

El Papa Francisco nos recuerda este año que la Cuaresma “es tiempo de conversión, tiempo de libertad” porque “Dios no quiere súbditos, sino hijos” y, el libro del Éxodo, nos habla puntualmente: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud». (Ex 20, 2-17)

Continúa el Santo Padre diciendo que “El éxodo de la esclavitud a la libertad no es un camino abstracto” y Para que la Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la realidad. Cuando en la zarza ardiente el Señor atrajo a Moisés y le habló, se reveló inmediatamente como un Dios que ve y sobre todo que escucha: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel» (Ex 3,7-8).

La cuaresma, pues, nos debe de hacer libres del pecado a través del arrepentimiento, convirtiéndonos a una vida nueva según el corazón de Cristo que nos llama a la conversión. No podemos seguir siendo esclavos de nuestros propios pecados, tenemos que salir del desierto vencedores y redimidos por Cristo, el desierto nos debe de llevar a la libertad plena con cada uno de nosotros, renovando el corazón para obtener un camino de salvación hacia la eternidad donde viviremos nuestra pascua con el Resucitado.

Dios nunca se cansa de nosotros, al contrario nos ama tanto que entregó a su Hijo Jesucristo para nuestra salvación, por eso, acojamos este tiempo de Cuaresma 2024 para convertir nuestra vida por medio un camino que nos lleve a buscar siempre la felicidad, una felicidad que no la da el mundo sino Cristo, como aquel Dios que está esperando siempre a que vayamos a su encuentro para que nos convirtamos y vivamos en la plenitud de su amor.

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