Cada 3 de mayo, en muchos lugares especialmente de Iberoamérica, se conmemora la «Fiesta de las Cruces» o la «Cruz de Mayo», una hermosa y entrañable tradición católica adornada por expresiones de religiosidad popular en honor al símbolo mayor de la cristiandad: la cruz.
Sus raíces históricas se hunden hasta los tiempos del cristianismo primitivo, en Jerusalén, donde aparece el culto a la cruz de Cristo. No obstante, es durante el siglo XVII, en España, cuando cobra fuerza e impulso. Hoy, ese mismo culto sigue manifestándose, habiendo calado profundamente en la fe del pueblo de Dios.
La «Invención de la Santa Cruz»
En el rito romano esta festividad recibe el nombre de «Invención de la Santa Cruz», en alusión al hallazgo del madero en el que Cristo fue crucificado. La palabra «invención» es la traducción del término latino «invenio«, cuyo significado es «descubrimiento». Precisamente es eso lo que se celebra: el descubrimiento de la cruz de Cristo por Santa Elena, ocurrido el 3 de mayo del año 366.
En algunos países esta festividad recibe el nombre de «Día de la Cruz» o «Día de la Santa Cruz».
Con especial fervor, las celebraciones se realizan en ciudades de España, Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Paraguay, Perú, Trinidad y Tobago y Venezuela.
En cada ciudad, los lugareños suelen intervenir el espacio público con cruces cubiertas de coloridas flores, mientras que por las calles se realizan procesiones, bailes o desfiles. También se llevan a cabo peregrinaciones o caminatas hacia la cumbre de alguna montaña que esté coronada por una cruz. Al pie de esta los fieles llegan en medio de cantos y oraciones, y colocan adornos florales o «visten» la cruz.
«Con este signo vencerás»
De acuerdo a un antiquísimo relato, en el siglo IV, el todavía emperador pagano Constantino tenía que librar una batalla contra Majencio, rival suyo en la consecución del poder total sobre el Imperio. La noche anterior al combate, Constantino tuvo un sueño en el que vio una cruz luminosa en los aires y escuchó una voz que le decía: «Con este signo vencerás».
Al día siguiente, antes de empezar la batalla, Constantino mandó colocar cruces en los estandartes de sus batallones, y exclamó: «Confío en Cristo, en quien cree mi madre Elena». Ese día, la victoria fue total, y con ella Constantino ganó el derecho a ser el único emperador. Por ese giro en el curso de su vida, Constantino concedió libertad a los cristianos encerrados en las prisiones imperiales.
Después de estos sucesos, Santa Elena, madre de Constantino, viajó a Jerusalén con la intención de encontrar la Santa Cruz en la que Cristo murió. En las excavaciones que se realizaron en los alrededores del Gólgota fueron encontradas tres cruces, con lo que surgió el dilema sobre cuál de las tres cruces sería la verdadera.
Un grupo de soldados romanos llevó al lugar del hallazgo a una mujer agonizante, y la hicieron tocar la primera cruz. Sus malestares se agravaron y la enfermedad empeoró en cuestión de minutos. Cuando tocó la segunda cruz, la mujer no mostró cambio alguno, pero al tocar el tercer madero, recuperó la salud de inmediato.
Santa Elena, junto al obispo de Jerusalén y los fieles presentes, sacaron aquella cruz en procesión por las calles de la Ciudad Santa. En el camino, el cortejo se cruzó con una viuda que llevaba a enterrar a su hijo. A alguno de los que estaba allí se le ocurrió acercar el cadáver del joven a la cruz y, para desconcierto de todos, el joven volvió a la vida.
Nota litúrgica
Por siglos de siglos, la gran celebración de la cruz ha sido el 3 de mayo, desde Jerusalén hasta Roma -ya se ha señalado que su observancia está muy extendida, además, en España e Hispanoamérica-.
Sin embargo, tras la reforma de la liturgia romana impulsada por San Juan XXIII a través del motu proprio «Rubricarum instructum«, la fiesta de la Cruz de Mayo perdió importancia en relación a la la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre). Ese día se recuerda el aniversario de la consagración de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén (año 335), tras el hallazgo de la cruz por Santa Elena.
A pesar del cambio, la fiesta continúa celebrándose con el mismo entusiasmo y devoción de siempre, formando parte del espíritu de la «Pascua Florida», allí donde la alegría por la Resurrección del Señor se une con la belleza de la primavera o el cambio de estación.