Mons. Ignacio Gómez Aristizábal
La población del Occidente Antioqueño mira complacidamente la llegada a la región de varias Instituciones de Enseñanza Superior que imparten tecnología para impulsar la agricultura y la ganadería. Al mismo tiempo han arribado importantes Instituciones Mineras que pueden generar en forma considerable el progreso de la región, sobre la base de que se cumpla una verdadera justicia social, por ser gestora de una minería bien hecha, que implica ser impulsora del crecimiento social y del medio ambiente.
El ser humano puede ser poseedor de buenas técnicas Y estar rodeado de buenas posibilidades económicas, pero si carece del amor auténtico, no es factor de integración sino de desintegración, no es constructor de sociedad armónica sino destructor, no es portador de alegría sino de tristeza. Esto es lo estamos viendo en nuestra región, en Colombia y en el mundo: Los que poseen el amor construyen sociedad, y los que no tienen amor destruyen. Quien no tiene algún grado de relación con Dios, fuente de todo amor, carecen de amor social. La razón es muy clara. El ser humano está construido para evolucionar hacia la madurez con base en una triple relación: naturaleza, sociedad y Dios. Quien está relacionado únicamente con la naturaleza, la sociedad y carece de la relación con Dios, fuente y modelo de amor, fracasa, Es absolutamente indispensable la relación con Dios, quien derrama su amor divino sobre el corazón humano y ablanda el corazón de piedra que poseemos los humanos cuando no tenemos el amor de Dios. Ya desde el Antiguo Testamento, a través del Profeta Ezequiel es anunciada la acción salvante de Dios en la humanidad, cuando dice: “Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y hare que vivan según mis mandamientos, observando y cumpliendo mis leyes”. (Ezequiel 36, 26-27). Y lo que anunció Dios por medio del Profeta Ezequiel tuvo cumplimiento pleno en Jesucristo, quien el día de Pentecostés derramó su Espíritu sobre la Iglesia dentro de la cual vive Jesús resucitado derramando su amor en ella a lo largo de todas las épocas de la historia.
Jesucristo es la fuente y el gran modelo del amor humano. La gran tarea Jesucristo es mostrar con su vida, con sus palabras y con sus acciones la naturaleza del amor verdadero. Y no contento con esto funda su Iglesia para que ella sea a lo largo de todos los tiempos el instrumento del que se vale Jesús para comunicar su amor a toda persona y comunidad que le busca. Jesucristo es quien comunica su amor a través de los sacramentos y de una manera especial por medio de la santa eucaristía. Detrás de cada sacramento está Jesucristo comunicando su amor a Dios Padre y al prójimo.