Por: Mons. Hugo Alberto Torres Marín

En la misa de clausura del XIII Congreso Nacional Misionero 2024, el cardenal Tagle resaltaba el “poder que los encuentros y acontecimientos humanos ordinarios tienen para entregar la Buena Nueva de Jesús”. Este principio lo reforzó con una anécdota simple. Le saluda una chica y él le pregunta si era religiosa, y ante el no, le dijo “todavía no”. Estas palabras desencadenaron la inquietud vocacional de la chica y como consecuencia ingresa a una comunidad de Benedictinas.

El gran misionero San Pablo si que aprovecha los acontecimientos ordinarios de su confrontada vida para entregar a Cristo y mantenerse en salida misionera, pide a los Colosenses que oren por él para que en la cárcel pueda “aprovechar toda ocasión para entregar el anuncio como es debido” y les recomienda que “no desaprovechen las ocasiones y lo hagan con un lenguaje agradable, sazonado con sal” (Col 4,4.6).

El Papa Francisco con su estilo pastoral y en su magisterio es reiterativo al pedir a los agentes de la evangelización, todos los bautizados y de modo especial los consagrados, que aprovechen todas las oportunidades y maneras de relacionamiento para salir de si mismos al encuentro solidario con los otros para entregar el evangelio, superando los miedos, los círculos cerrados, las relaciones impersonales a veces favorecidas por las tecnologías (EG 87).

Reconoce el Papa que salir a la entrega del evangelio en la cotidianidad de la vida diaria es siempre un riesgo, la presencia del otro con sus realidades, vivencias y necesidades, siempre interpela, pero a la vez contagia permitiendo experimentar la fuerza renovadora del encuentro interpersonal, este encuentro cuando es “sazonado con sal”, genera como el mismo lo expresa “la revolución de la ternura” (EG 88).

El octubre misionero 2024 es un llamado “a ir e invitar a todos al banquete” (Mt 22,9) y para logarlo sí que hace falta recuperar el “Espíritu” que llama, unge y envía a la salida misionera. Esta salida no precisa tanto elaborar grandes parafernalias misioneras como si recuperar la disponibilidad, la alegría, la creatividad y sagacidad para aprovechar los momentos ordinarios para la misión, para el encuentro personal con el Evangelio y para ser puente que facilita a otros, el encuentro transformador.

Lo decía esta semana una de las madres participantes en la segunda sesión del Sínodo de la Sinodalidad “el bautizado como el ministro ordenado, vive y confirma el bautismo para ser enviado a la misión, preocupa que muchos consagrados no viven el envío sino el contrato”.  Que peligro que las estructuras, las posiciones, las órdenes recibidas (obispo, presbítero, diacono, consagrado), los convenios para servicios misioneros, terminen obstaculizando la fuerza del envío recibido.

Este mes misionero es una bella ocasión para hacer que las acciones  misioneras ordinarias faciliten encuentros extraordinarios.

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