Cada 11 de abril, la Iglesia Católica celebra a Santa Gemma Galgani, joven mística italiana perteneciente a la familia pasionista. Santa Gemma es considerada como la “primera santa del siglo XX” (murió en 1903), ya que fue la primera mujer canonizada en dicho siglo.
Dones y patronazgos
Santa Gema es patrona de los estudiantes, los farmacéuticos y los paracaidistas. También lo es de aquellos que han perdido a sus padres; de los que sufren dolores o lesiones en la espalda, dolores de cabeza o migrañas; de aquellos que luchan contra las tentaciones de la impureza o aspiran a crecer en pureza del corazón.
Su fama se ha extendido en el mundo entero, en primer lugar, porque recibió los estigmas de Cristo y, en segundo lugar, porque le fue concedido el don de ver a su ángel de la guarda, con quien se dice conversaba, y a quien daba encargos cuando ella no podía hacer algo debido a su frágil salud.
Nunca formó parte oficialmente de la Congregación de la Pasión (pasionistas), pero mantuvo una cercanía evidente con dicha Orden religiosa. Ellos la cuentan, no sin razón, entre sus frutos espirituales.
Toda madre es un regalo del cielo
Gemma nació en Camigliano (Italia) el 12 de marzo de 1878. Sus padres fueron el farmacéutico don Enrique Galgani y doña Aurelia Landi. Fue la cuarta hija de ocho hermanos. Desde niña dejó en evidencia que poseía un piadoso corazón, formado gracias a los cuidados espirituales que su madre, Aurelia, le brindaba.
Doña Aurelia le inculcó el amor a Cristo crucificado y a la Virgen María. Solía tomarla en brazos mientras le hablaba de Jesús con un crucifijo en la mano. Como muchísimos padres, la animaba a hablar con Jesús y a dar gracias por todo el amor que Él ha mostrado por los hombres. Y vaya que Gemma aprendió mucho. A pesar de su corta edad, el obispo de Camigliano, Mons. Volpi, accedió a que recibiera la primera comunión antes de tiempo, dada su madurez.
Tiempo después Aurelia enfermó y empezó a sentirse muy mal. Dada su precaria situación pensó que podía morir. Ese tiempo coincidió con la preparación de Gemma para recibir el sacramento de la Confirmación. Entonces, la madre encomendó a Gemma al cuidado del Espíritu Santo. La Confirmación le sería administrada a la jovencita en 1885 por el obispo de Lucca, Mons. Nicolás Ghilardi.
Durante la ceremonia, Gemma sintió que el Espíritu Santo le preguntaba si ella estaba dispuesta a entregarle a su madre. La niña respondió que sí, pero le pidió que la llevara también a ella. Aurelia murió, sin embargo, no sucedió lo mismo con Gemma, pues Dios tenía otros planes.
Huérfana, pero jamás sola
A los dieciocho años, Gemma también perdió a su padre. Poco después, fue recibida en casa de sus tíos. Allí se encargó de la limpieza del hogar y del cuidado de sus hermanos menores. Permaneció allí por un buen tiempo, pero no le fue muy bien.
Para empezar, los incontables quehaceres de la casa la absorbieron a tal punto que descuidó su vida de fe. Al poco tiempo fue contratada por la familia Giannini como ama de llaves y así que la joven se mudó con ellos a Lucca. Allí conoció e interactuó con la hoy ‘venerable’ María Eugenia Giannini, quien años después, tras la muerte de Gemma, fundaría una congregación a la que puso el nombre de “Hijas de Santa Gemma”.
Dios siempre llama a la puerta
A los 20 años, Gemma enfermó gravemente de meningitis. Ver peligrar su vida fue una oportunidad para acercarse a Dios nuevamente y hacer que florezca todos esos dones que Dios le había regalado desde pequeña. Gemma se salvó providencialmente de morir y atribuyó su curación a un milagro de San Gabriel de la Dolorosa, en ese momento en condición de venerable. San Gabriel había sido un fervoroso religioso pasionista, lo que indujo a Gemma a conocer la espiritualidad de esa Orden.
Aunque hizo un intento por integrarse a los Pasionistas, no fue aceptada por su precaria salud. Aún así no desesperó, sino que encontró aliento y fortaleza para ofrecer todo cuanto le sucedía, desde los dolores espirituales hasta los corporales.
Aferrada a la Cruz de Cristo, intercesora de los sacerdotes caídos en pecado
Jesús le concedió innumerables gracias a Gemma, entre las que se contaban experiencias místicas de su Pasión. La joven recibió también los estigmas, que aparecían en su cuerpo solo por periodos de tiempo determinados. Compartir las llagas y sufrimientos del Salvador la unió mucho más a Jesús, su modelo de entrega por amor a los pecadores.
Ni los constantes padecimientos, ni las burlas e incomprensiones pudieron con ella. La acusaron de loca en varias oportunidades, pero ella continuó amando y sirviendo al Señor hasta el día de su muerte.
Finalmente, la santa cayó gravemente enferma -probablemente de tuberculosis-. Sintiéndose muy débil y con la muerte cada vez más cerca, Gemma ofreció un último sacrificio por la conversión de un sacerdote caído en desgracia espiritual. Este, al enterarse de lo que la joven había hecho por él, recapacitó y pidió perdón dos días antes de que Dios lo llamara también a su presencia, de manera sorpresiva.
Atendida por un sacerdote en la hora final
Santa Gemma murió el 11 de abril de 1903, en Sábado Santo. Le fue administrada la extremaunción y alcanzó a colocar los brazos imitando a Cristo en la Cruz. Después, exclamó: «¡Jesús!.. ¡En tus manos encomiendo mi pobre alma!”, y volviéndose a la imagen de María, añadió: «¡Madre mía!, recomienda a Jesús mi pobre alma…Dile que tenga misericordia de mí».
Fue canonizada el 2 de mayo de 1940 durante la fiesta de la Ascensión del Señor. El Papa Pío XI, quien presidió la ceremonia, dijo sobre ella: “Será la joya de nuestro pontificado”.