Por: Mgtr. Francy Liliana López Durango – Directora Oficina Cultura del Cuidado
La cultura del cuidado se ha convertido en un imperativo dentro de la Iglesia, especialmente cuando se habla de proteger a los más vulnerables, como los niños. La Arquidiócesis sigue avanzando en la creación de entornos seguros que promuevan esta cultura, y nos invita a todos, desde nuestros espacios pastorales y familiares, a hacer lo mismo. Pero ¿Qué significa realmente ser parte activa de esta cultura?
El Papa Francisco ha insistido en que «cuidar significa cuidar de la fragilidad de cada hombre y cada mujer». Esta reflexión nos confronta con la triste realidad de las noticias diarias, donde cada vez es más frecuente ver que los niños son víctimas de una sociedad que parece haberse alejado de Dios. Ante estas situaciones, el reto no es solo indignarse, sino actuar. ¿Cuánto tiempo dura nuestra indignación? ¿Qué hacemos más allá de reclamar justicia y castigos severos?
La pregunta esencial que debemos hacernos es: ¿Cuál es mi aporte para arraigar la cultura del cuidado en la sociedad? No podemos delegar esta responsabilidad únicamente en las instancias gubernamentales o judiciales. Los padres de familia, los líderes comunitarios, y cada uno de nosotros, tenemos un rol fundamental. Como destaca el Papa: «Cuidar significa ofrecer un servicio responsable a favor del bien común». Y en este caso, el bien común son nuestros niños.
El hogar debe ser el primer entorno protector. No se trata de ceder la responsabilidad a las instituciones, sino de ser, como señala Francisco, «artesanos de la paz» dentro de nuestros propios hogares. Esto implica ofrecer espacios de diálogo, escucha, formación, y oración. Espacios donde los niños se sientan seguros y escuchados, donde se les enseñen valores y normas que los ayuden a formar parte de una sociedad más justa y equitativa.
Nos quejamos de las noticias que muestran el sufrimiento de los niños, y clamamos por penas ejemplares para los responsables, pero ¿estamos realmente cumpliendo con nuestro papel en casa? En muchos casos, el celular o la televisión se han convertido en los principales formadores de nuestros hijos, mientras que las prisas diarias nos llevan a olvidar lo más básico: enseñarles el autocuidado y las normas de convivencia.
Es hora de levantar la voz, pero más que eso, es hora de asumir nuestro papel como «apóstoles del cuidado», brindando las herramientas necesarias para que ningún niño o persona vulnerable vuelva a ser víctima de abusos o violaciones de sus derechos. Como dice el Papa: «No podemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento de los más débiles, los más pequeños».
Entonces, la pregunta queda: ¿Cuál es tu compromiso como apóstol del cuidado?