En nuestra parroquia, los sacerdotes, animadores por esencia de la espiritualidad comunitaria y respondiendo al plan de pastoral de la arquidiócesis, nos esforzamos en realizar nuestros encuentros en un ambiente de sinodalidad, procurando favorecer la participación para ir, poco a poco, formando comunidades misioneras. Para lograr esta meta, hemos mantenido la formación de los grupos parroquiales de animación pastoral.

El grupo de 20 catequistas tiene un encuentro mensual los primeros sábados de cada mes, favoreciendo así la formación permanente. Los primeros evangelizadores tienen un encuentro de animación y formación cada 15 días. Los proclamadores o lectores realizan su encuentro semanal para preparar la liturgia semanal y dominical.

Cada encuentro se inicia de manera especial con la Lectio Divina, para dar cumplimiento al plan de pastoral de este año, que nos invita a hacer énfasis en la oración y la meditación de la Palabra.

Dado que nuestra comunidad es mayoritariamente rural, hemos hecho un esfuerzo por mantener una asistencia constante en las veredas, donde las comunidades son muy receptivas y están dispuestas a participar.

Ofrecemos de manera especial eucaristías dominicales en las veredas La Quiebra, Betulia, El Cuchuco y La Guamala. En estas veredas hay capillas como centros de culto, y ha habido muy buena respuesta. Estas eucaristías dominicales se celebran cada 15 días.

En el mes de septiembre, del 23 al 28, tuvimos una semana de misión en la zona urbana. Se visitaron familias y se realizaron asambleas en las tardes durante toda la semana, con una concurrida asistencia, especialmente al finalizar la misión, en el momento de la clausura.

En nuestra parroquia tenemos como desafío trabajar más en la pastoral juvenil, ya que no hemos podido consolidar grupos juveniles. Hemos estado trabajando en esto, pero no ha sido posible, lo mismo ocurre con la Infancia Misionera, que está en proyecto. Este es un desafío que tenemos por delante, y tratamos de conformar prontamente la Infancia Misionera con la ayuda del delegado.

Contamos con un grupo de acólitos de entre ocho y diez integrantes, que siempre están sirviendo en el altar, y con quienes se realiza un trabajo formativo. Sin embargo, el trabajo con los jóvenes y los niños sigue siendo un desafío especial en nuestra parroquia.

Tenemos una pastoral social de asistencia alimentaria, donde se reparten cada 8 días 16 mercados donados por la misma comunidad, especialmente en las misas dominicales del templo. Es necesario fortalecer este trabajo social con nuevas personas que colaboren y trabajen en esta pastoral, mostrando la generosidad propia de los altamiranos, que debe caracterizar a todos los cristianos.

Hemos hecho también un esfuerzo especial por formar a nuestros fieles en el campo bíblico, y por eso hemos ofrecido cursos bíblicos, tratando de que los fieles se vayan enamorando de las Sagradas Escrituras, y así podamos tener un mayor entendimiento de la Palabra de Dios.

A pesar de todos estos desafíos, podríamos decir que, en general, en nuestra comunidad hay una buena espiritualidad y una buena participación en la parte litúrgica y comunitaria. Falta mucho por hacer, pero también hay que valorar lo que ya existe, que es la base, y una base muy sólida, para seguir trabajando y creciendo en la espiritualidad y en la parte humana. Así, queremos que todos los altamiranos cada día sean más creyentes y podamos vivir una vida más fraterna.

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